Si a un caramelo le pones un palo, tienes un invento revolucionario. Suena raro, pero es así como pasó, en este mismo plano, en este mismo universo, hace unos cuantos años ya.
Rabia rabieta, tengo una piruleta
No soy muy aficionado a los caramelos con palo. Nunca sé bien bien hacia dónde dirigir el palo, y eso de tenerlo en la mano no lo veo, el caramelo tiene que estar en la boca, que para eso está, para ser comido y previamente chupado. Con la mente lo suficientemente sucia, puede sonar todo muy erótico.
Tampoco me gustan mucho los caramelos duros, yo soy más de gominolas (a las que soy adicto). Por lo tanto, con toda esta información, el lector lo suficientemente atento habrá deducido que no me gustan las piruletas. Pues ese lector tiene razón, no me gustan.
Que no me gusten las piruletas es precisamente el motivo por el que este helado me ha sorprendido, ¡está buenísimo!. Sabe exactamente a piruleta, pero sin palo, y sin que esté duro: perfecto. Es como comerse una piruleta, pero siendo un helado. Lo curioso es que las piruletas saben a cereza, y también hay helado de cereza, así que tengo curiosidad por probarlo y anotar las diferencias. Imagino que el helado de cereza sabrá realmente a cereza, a diferencia de este, que sabe a cosas que saben a cereza (como pasa con el de piña).
Siempre he dicho que el rosa es un color comestible, y cualquier cosa que sea rosa es muy apetecible (aunque hay excepciones, como las gambas). Pues este helado es el claro ejemplo. Es rosa y punto, y está bueno y punto.
Y por si el sabor y el color no fuesen suficiente para hacerlo un gran helado, dentro tiene trozos de chuches blanditas, con formas y sabores indefinidos, lo cual lo hace el helado semiperfecto.
Parece un cacho de oliva |
Lo tiene todo, salvo ser de vainilla, si fuera de vainilla sería perfecto.
Le pongo un 9
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